El Maestro Zen

En un claro del bosque, se hallaban dispuestos en círculo,  reunidos un grupo de discípulos alrededor de un maestro oriental, y uno de ellos le preguntó ¿Maestro, que es el Zen?

El Maestro, miro al discípulo con la expresión de aquellos seres que han alcanzado un elevado estado de paz interior,  permaneció por instante en silencio y pronuncio estas palabras:

Para disfrutar de la verdadera esencia de la vida, en muchos aspectos, esta hay que abordarla como si fuera un ritual, pero no como algo obligatorio, sino algo placentero, algo que nos agrada, que estamos deseos de hacer, hay que aprender a disfrutar de los pequeños momentos de la vida, saborearlos, porque son lo más preciado que tenemos.

El eterno presente

El Maestro zen dijo: bajo cierto punto de vista, no existe ni el pasado ni el futuro, lo único que podemos y debemos vivir es el presente.

Es bonito recordar anécdotas de nuestra vida pasada, de los hechos que hemos vivido, para sacar conclusiones de nuestras experiencias, aprender de ellas, y no repetir los errores, pero no más.

El pasado es la base sobre la que trabajamos nuestro presente, nuestras experiencias son los pilares que sustentan lo que somos, estamos hechos de nuestras experiencias.

Un ser humano, un alma es el cumulo de todas esas experiencias acumuladas, tanto las que se han vivido en otras vidas, como las experiencias del pasado reciente, de esta encarnación.

Zen, la filosofía del aquí y el ahora

El Zen es vivir el aquí y el ahora, no es estar pensando en el futuro, en lo que está por venir, eso no quiere decir que no debamos hacer planes para el futuro, sino que una vez tenemos claro lo que queremos que sea nuestro futuro, debemos esforzarnos en trabajar para que se haga realidad.

Pero no hay que estar pensado en el futuro, con tanta intensidad que no nos permita saborear el presente, y eso es lo que le ocurre a muchas personas a diario, están tan ajetreadas pensando lo que harán el día de mañana.

Esta pensando en lo que van a vivir de aquí a un mes, que no prestan atención a los pequeños detalles de la vida diaria, los cuales a veces se pasan sin que los hayamos saboreado, vivido.

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El ritual del té

Cuando prepara el té, realiza un pequeño ritual, primero va al río o al manantial a buscar el agua más pura, y mientras va a buscar el agua disfruta del camino, lo hace sin prisas, va disfrutando del sol que acaricia su cara, siente el olor del bosque, nota los diferentes olores,

El sabio, a veces acaricia la corteza de un árbol, siente su textura, la dureza de la corteza, disfruta del canto de los pájaros, escucha los sonidos del bosque, ve como la naturaleza se expresa a través de sus formas, colores, olores, sonidos, etc.

Es decir, vive, siente; su objetivo es ir a buscar agua al río, pero de camino experimenta multitud de sensaciones, de las que muchas personas no son conscientes cuando tienen un objetivo fijado, a veces los humanos nos perdemos el camino, porque solo pensamos en cuando vamos a llegar.

Ese hombre o mujer que va a buscar el agua está abierto a muchas sensaciones, las experimenta, las vive, y eso enriquece su vida, eso es zen.

El manantial

Cuando llega al manantial entra en comunión con el agua, la toca, la siente, se deja acariciar por el agua, la vive con toda la intensidad posible, y da gracias a la madre tierra por haber puesto ese manantial ahí.

Siente gratitud por esa agua pura, que la paciente tierra ha ido filtrando durante años y años.

El manantial es un símbolo de que de nuestro interior siempre debe fluir lo mejor de nosotros, lo más puro.

En la India se recomienda meditar cerca del agua pura, porque esta es un símbolo del amor divino que desciende al mundo terrestre para alimentarnos, para nutrirnos.

Esta es la manera de vivir zen, experimentando, sintiendo todo lo que nos rodea, y es lo que nos da la plenitud.

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El poder del fuego

Al llegar a su casa, enciende un fuego y durante un instante da gracias a la vida, porque el fuego es una de las fuentes de la vida, contempla ese fuego y se impregna de su calor, huele el olor de las ramas al arder, siente como el calor penetra en sus dedos al acercar sus manos al fuego, se podría decir en cierto modo que se fusiona con el fuego.

Una vez encendido el fuego, vierte agua sobre un cazo y lo coloca en el fuego, deja que el fuego caliente al agua, deja que todo lleve su tiempo, no se apresura.

Ahora se dirige a la alacena donde guarda varios tipos de té, elige el que le apetece, y coge el recipiente donde tiene guardadas las hojas de té, coge un puñado en sus manos y huele el té, lo desmenuza suavemente, a la vez que siente la textura de las hojas.

Cuando el agua ya ha hervido, la aparte del fuego y  la deja apartada el tiempo necesario para que pierda cierto calor, deja que se enfrié un poco y coloca las hojas de té y las deja reposar.

El agua se ha hecho Una con el té

Observa como el agua, que antes era clara y cristalina, ahora esta impregnándose del color que despiden las hojas de té, el agua ha absorbido las propiedades del té.

El agua y la hojas de se te están fusionando, se podría decir que oye casi como se hablan, el agua le explica todo lo que ha vivido desde que cayó en forma de lluvia en lo alto de una montaña, hasta que llegó al manantial.

El té por su parte le habla de cómo fue plantado, de cómo el viento acariciaba sus hojas, cuando estaba en la rama, como fue recogido, secado, etc., el té le explica sus andanzas por la vida y el agua las escucha pacientemente.

El agua y el fuego, símbolos divinos

Con los años, el sabio ha aprendido que si tenemos agua, que simboliza al principio universal del amor, y que si esta está caliente, podremos fusionarnos simbólicamente con los demás, podremos entenderlos, comprenderlo, el proceso de fusión del agua con el té es el símbolo del aprendizaje a través de la fusión.

Si ponemos hojas de té en agua fría, evidentemente con el paso del tiempo esta puede absorber las propiedades del té, pero vamos a necesitar mucho mucho tiempo, tendremos que dejar las hojas de té a macerar, durante días, y es probable es que la mezcla se estropee.

El calor del fuego simboliza, representa al espíritu humano, la fuerza vital que nos impulsa, el sentimiento que debemos poner en nuestros actos.

Las hojas de té colocadas en el agua caliente en unos minutos estarán listas para ser tomadas, y esto ha sido gracias al calor, si el agua estuviera fría, esto no se produciría, es decir, el calor, en este caso el amor, contribuye a esta fusión.

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Poner el alma en cada acto

Una vez el té ha reposado, procede a colarlo, a filtrarlo, y lo sirve en una taza, luego se sentara en una silla y cómodamente disfrutará del té, lo saboreara sorbo a sorbo, sintiendo con todo su cuerpo, con todo su ser el buen gusto del té.

Mientras  lo huele, mientras cierra los ojos, para poderse impregnar completamente de ese momento, disfruta el momento al 100%, es como si el tiempo se detuviera, y no existiera en el mundo nada más que él, y esa taza de aromático té.

El sabio se dirigió a sus discípulos y les explicó:

Si tomo té, disfruto el té, no pienso en nada más que el té, cierro los ojos y lo saboreo, dejo que su olor y sabor entren en mí,  lo experimento con todos mis sentidos, soy Uno con el té, eso es Zen.

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